Uno de los problemas de la historia es la simplificación que se hace basándola en determinados héroes personajes que se presentan como grandes próceres iluminados que no han hecho más que hacer lo que estaba en su comunidad o entorno y que si no lo hubiesen hecho ellos lo habría hecho algún otro.
Es más, casi siempre que alguien ha inventado algo, como ya dijimos, lo ha hecho en simultáneo con otra persona. No es casual que casi siempre los descubrimientos sean simultáneos. Desde Newton-Leibniz y su fórmula del cálculo, Darwin y Wallace con la evolución. Montagnier y Gallo con el virus del HIV.
La humanidad no avanza a golpes de individualidades, sino que avanza con conocimiento conjunto. Las ideas van evolucionando paralelamente, pero luego de pronto, alguien se lleva toda la fama, generalmente porque responde a un relato más interesante y cautivante pero no porque sea un genio que él solo modifica la humanidad.
Nos gusta imaginar que hay cosas extraordinarias fuera de lo normal. Nos encantan las historias de genios, superhéroes y mártires (por eso he intentado poner a los relatos peligrosos como los villanos de turno y al pensamiento mágico como el súper poder que nos ayudará a convertirlos en relatos funcionales), pero rara vez esto responde a la realidad, Por eso, las buenas biografías, si son críticas, son importantes, porque explican por qué una persona pensó o actuó de determinada manera. En cambio, las hagiografías (biografías de santos) en todas sus distintas formas no me interesan.
No se puede separar las personas de su entorno, por lo que si no conocemos el contexto en el que vivió, no hay forma de entender su actuación. Si son hagiografías que buscan santificar o enaltecer a un personaje, solo son relatos espurios con fines manipuladores. Como por desgracia la mayoría de la historia que se enseña en las escuelas.
Las correlaciones espurias.
Hoy acompaño dos grandes ejemplos de correlaciones absurdas que por desgracia vemos ejemplos similares cotidianamente en los medios. Un ejemplo más de los Relatos Peligrosos que aparecen en el libro-
Las correlaciones no tienen nada que ver con las causas. Para muestra veamos estos dos gráficos de Tyler Vigen.
¿Sabías que hay una correlación entre la cantidad de películas que protagonizó Nicholas Cage y la cantidad de personas que se ahogaron en una piscina? El gráfico es más que evidente.

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Veamos otra: cuya correlación es mucho más impactante, aunque igual de absurda. ¿Sabías que mientras más aumenta el consumo de queso en Estados Unidos más aumenta la cantidad de gente que muere enredada en sus propias sábanas? Es más, ¿sabías que hay gente que muere enredada en sus propias sábanas? Será por el queso

El movimiento de ambas curvas no deja lugar a dudas. A mayor consumo de queso más muertos por enredarse en sus propias sábanas. Lo que cabe preguntarse es cuántos de estos gráficos nos cuelan cada día, intentándonos colar cosas que no son. Por eso es importante ante cualquier estadística o gráfico tener en cuenta algunos parámetros
Acompaño unos párrafos acerca de la simplicidad y cuando se convierten en Relatos peligrosos:
«La simplificación, sobre todo opuesta a la complicación, siempre aparenta ser un bien, y una virtud.
La complejidad no ayuda a una buena historia. Para que la narración fluya y sea fácil de transmitir, necesita que las cosas sean claras. Los personajes han de ser valientes o cobardes, guapos o feos. Las consecuencias de sus acciones deben quedar claras y bien definidas y la justicia o equidad de las mismas siempre resulta evidente. Así, el receptor del relato obtiene un mensaje claro y contundente y sabe que si hace A va a obtener B. Si el villano logra conseguir su plan, el mundo estará en peligro. Si el súper héroe no consigue con su fórmula mágica contrarrestarlo, estamos perdidos.
La realidad suele ser mucho más compleja que eso, y una acción A suele traer distintos resultados, además de B.
Guillermo de Occam ya en el siglo XIV expuso la idea que se dio en llamar “la navaja de Occam que dice: “Cuando dos o más explicaciones se ofrecen para un fenómeno, la explicación completamás simple es preferible”. Es decir que la explicación más simple y suficiente es la más probable, mas no necesariamente la verdadera.
El problema es determinar cuándo nos pasamos de simplicidad o si la explicación más simple, es realmente completa. Muchas veces en nuestro afán de simplificar damos una solución clara y simple, pero incorrecta o incompleta.
Es difícil a veces aceptar que el mundo es muy complejo y que nuestra razón es limitada para analizarlo, pero ese es el punto de partida en el que debemos comenzar. Hay que reconocer que el conocimiento y la razón humana tienen sus limitaciones y trabajar con ello, en lugar de buscar teorías que lo expliquen todo, pero que sean ajenas a la realidad.
Somos la especie narradora por excelencia y la gran inventora de relatos y con ellos tendemos a dar soluciones universales y simples para todos los problemas,
Pero estos relatos simplificadores pueden convertirse en relatos peligrosos, justamente porque sus soluciones y explicaciones no son universales, no se aplican siempre y no sirven para todos los casos ni para todo el mundo. Al no tener en cuenta el contexto y la complejidad del entorno en el que funcionan, los relatos simplificadores causan más daño que alivio.
Por ejemplo, las teorías económicas usan en su análisis al homo economicus y su supuesta conducta racional dentro de un mercado. Necesitan simplificar nuestra visión del mundo para poder analizarlo en forma racional.
Gran parte de la “ciencia” económica se basa en ese utópico homo económicus lo que le permite a los economistas hacer cálculos racionales sobre algunas premisas verdaderas, pero ignorando toda otra serie de premisas que al no ser consideradas, afectan a sus predicciones.
De esa forma, se hacen maravillosos programas económicos en base a una simplificación de los pocos parámetros que se pueden medir y a una generalización de conductas individuales. En definitiva, una simplificación excesiva del sistema económico, que al no corresponderse con la realidad, arroja siempre resultados erróneos. Por eso se mide el Producto Bruto de un país y se sacan conclusiones aferrándose a ese único parámetro que tiene muy poca relación con la economía real del mismo y menos con el estado de sus habitantes que es para quienes se hacen las políticas.
Por ejemplo, todo el mundo se maravilla del progreso de Singapur y del aumento del PBI, lo que eso no dice es que los habitantes nativos de Singapur prácticamente no han ganado poder adquisitivo, ya que ese aumento del PBI se debe a que allí se han afincado muchas fortunas para no pagar impuestos, y aunque macroeconómicamente hay un aumento del ingreso per cápita, en la realidad no ha habido ninguno, o muy poco, para la gran mayoría de sus ciudadanos
Gracias a Twitter hoy me he topado con una frase de Knut Hamsun, premio Nobel de literatura de 1920, que hubiera incluido gustosamente en mi libro Relatos Peligrosos, de haberla conocido. Dice «La verdad no es ni objetiva ni una postura equilibrada. La verdad es subjetividad desinteresada». Hace unos años esa frase me hubiera chocado ya que para algunos eso puede implicar un relativismo total y que todas las verdades o relatos son iguales. Hoy no puedo estar más de acuerdo con la misma. Toda verdad es necesariamente subjetiva ya que corresponde al relato que hagamos. Pero eso no quiere decir que todos los relatos sean iguales. Lamentablemente desconozco el contexto en el que Hamsun escribió esa frase, pero una mala interpretación de la relatividad de la verdad te puede conducir a relatos peligrosos, como a él lo condujeron a apoyar el relato nazi de la década del 30 con nefastas consecuencias para su trascendencia.. |
«Fui criado para creer que el universo tiene un plan. Somos solo humanos y no nos corresponde entenderlo»
(Brought up to Believe, Neil Peart/Rush).
Cuando nacemos somos como páginas en blanco. Aunque tenemos mucha información que ya viene en nuestros genes, no traemos relatos incorporados. Es nuestra familia y nuestro entorno, los que nos crían y llenan de historias acerca de quiénes somos, de dónde venimos y hacia donde supuestamente vamos. Estamos llenos de relatos, de etiquetas que nos han impuesto. La mayoría son relatos y etiquetas que nos permiten funcionar con normalidad dentro de una comunidad, cuya cultura, como se dijo, también depende de un conjunto de relatos.
Cuando somos adultos cuestionaremos o no esos relatos con los que nos han formado, pero son muy difíciles de cambiar porque justamente hacen a nuestra propia identidad, a como nos vemos a nosotros mismos.
En las tribus todos estaban imbuidos de los mismos relatos con una historia consensuada que se convertía en verdad absoluta, al menos hasta que alguien opusiera un relato distinto, lo que generaría un conflicto interno. Cuando dos tribus con relatos distintos se encuentran, es probable que surjan conflictos porque el otro no ve la realidad como la ve uno. Mientras más contacto tiene alguien con otras realidades, más abierto se muestra a aceptar relatos distintos.Un ejemplo histórico:
Cuando los cruzados llegaron en el siglo XI a Tierra Santa, se encontraron con una civilización abierta en donde los distintos relatos (judíos, musulmanes, cristianos y otros) convivían en relativa armonía. Estos cruzados que venían de la oscura Edad Media europea solo conocían un relato, una verdad y eran fanáticos sobre ella, sin dejar cabida a otros relatos. Novecientos años después, parece que la cosa se ha invertido. Los occidentales aceptan distintos relatos con los que viven en relativa armonía, mientras que algunas tribus musulmanas que no han llegado a la modernidad solo aceptan como verdadero su propio relato.
El problema no está en la calidad intrínseca de cada relato, (si se es cristiano o musulmán), sino en el pensamiento dicotómico. En pensar que si mi relato es verdad, los otros tienen que ser falsos. Si los míos son buenos, los otros son malos; si no eres amigo, eres enemigo. Ahí es cuando los relatos se vuelven relatos peligrosos.
Acompaño un fragmento de mi libro Relatos peligrosos sobe este tema
Cientificismo
«Una nueva verdad científica no suele imponerse convenciendo a sus oponentes sino más bien porque sus oponentes desaparecen paulatinamente y (son sustituidos por) una nueva generación familiarizada desde el principio con la (nueva) verdad».
Max Planck
Hay dos mitos habituales que suele creer la gente común respecto a la ciencia:
- Uno es que la ciencia es una sola y nítida, sobre la que los científicos no tienen desacuerdos.
- El otro es que un solo experimento nos puede decir algo sobre lo que investigamos.
Esto lleva a que algunos caigan en el cientificismo que no es lo mismo que la ciencia y se puede definir como la tendencia a dar excesivo valor a las nociones científicas o pretendidamente científicas y a pensar que los únicos conocimientos válidos son los que se adquieren mediante las ciencias positivas.
El cientificismo es en realidad una manipulación ideológica de la información, y no ciencia. Hay que tener cuidado con ciertas opiniones extremas que la transforman en la única forma de conocer la verdad. Eso sería ir contra el propio método científico que establece hipótesis que buscan ser falsables.
Creo que la ciencia y el método científico son básicos para el pensamiento crítico, pero la realidad es que la ciencia está repleta de controversias dudas y debates acerca de qué sabemos y qué no, y por ende avanza a trompicones. Va paso a paso en medio de una marea de datos provenientes de distintos experimentos que se suceden continuamente buscando replicar o refutar a los anteriores.
La ciencia es un sistema desarrollado para combatir nuestros sesgos, para revisar nuestras creencias continuamente. Es que siempre vamos a cometer errores en nuestro razonamiento, pero hay herramientas para reducirlos, y ser conscientes de nuestra incapacidad para conocer el mundo, de la necesidad de revisar nuestras creencias. Esto es básico para elaborar relatos funcionales en lugar de peligrosos.
El verdadero espíritu científico siempre sospechará de los autoproclamados expertos. Un verdadero científico sabe que su conocimiento es relativo y que la única forma de avanzar es poniendo en duda las hipótesis aceptadas. Los expertos, por el contrario, creen saberlo todo sobre un tema, y si se comprueba que lo que creían saber no tiene bases sólidas, dejan de ser expertos. Por eso, en general los “expertos” son los más reaccionarios a las nuevas ideas y de ahí la frase de Max Planck, algo más negativa de lo que debiera, que abre este subcapítulo.
Eso le pasó a un joven Isaac Newton que en 1672 presentó a la Sociedad Real sus descubrimientos sobre la luz, pero la respuesta de algunos eruditos que ya habían tratado este fenómeno, como Robert Hooke, fue de mordaz y áspero rechazo, pues contradecían sus ideas sobre el tema, ya que pensaban que la luz era algo puro y no podía componerse de colores. Así́, uno de los primeros descubrimientos de la historia basado en métodos experimentales fue puesto en ridículo por la ignorancia que investía a esos sabios. Pero sobre todo la continua critica cerrada y obtusa que Hooke propinó contra su método y sus conclusiones, la cual duró casi cuatro años, suscitó en Newton que dejara de discutir sobre el tema y no publicara su trabajo, “Optics”, hasta la muerte de Hooke en 1704.
El cientificismo y su rigidez cognitiva, da alas a los pseudocientífcos y charlatanes
Va aquí un ejemplo de manipulación gráfica de datos, sacado del libro Relatos Peligrosos
Por twitter me enviaron este gráfico con el título de “espectacular caída del DAX (índice de la bolsa). Pareciera que las acciones se hubieran desmoronado a cero y hubiera habido un pánico en la Bolsa.

Si miramos los pequeñísimos números del eje vertical. Veremos que en realidad se ha pasado de 10654 puntos a 10628, es decir una caída aproximada del 0.25%, cifra que no parece ser muy grande si se la mide en porcentajes.
Con los gráficos se pueden hacer maravillosos relatos manipuladores.
Es difícil a veces aceptar que el mundo es muy complejo y que nuestra razón es limitada para analizarlo, pero ese es el punto de partida en el que debemos comenzar. Hay que reconocer que el conocimiento y la razón humana tienen sus limitaciones y trabajar con ello, en lugar de buscar teorías que lo expliquen todo, pero que sean ajenas a la realidad.
Somos la especie narradora por excelencia y la gran inventora de relatos y con ellos tendemos a dar soluciones universales y simples para todos los problemas,
Estos relatos simplificadores pueden convertirse en relatos peligrosos, justamente porque sus soluciones y explicaciones no son universales, no se aplican siempre y no sirven para todos los casos ni para todo el mundo. Al no tener en cuenta el contexto y la complejidad del entorno en el que funcionan, los relatos simplificadores causan más daño que alivio…
Pero no todas las simplificaciones son relatos peligrosos. Muchas nos son funcionales justamente por su simplicidad. Por ejemplo, cuando a un niño le dicen que ha nacido de una semilla que su padre plantó en la barriga de su madre. Este relato metafórico y simplificador cumple bien su cometido. Cuando el niño crece se le enseña que la famosa semilla es un espermatozoide y que dentro de la panza de la madre hay un ovulo que es fecundado. Este es un relato mucho más acorde con la realidad aunque siga siendo una simplificación de los procesos biológicos que se producen para que nazca un niño. Pero la gran mayoría de personas no necesitamos profundizar en ese relato. Es tan funcional como lo era antes el de la semilla.
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Aquí va una reflexión del día de reyes, extraída de «relatos Peligrosos»
«Todos somos escritores de nuestra identidad, y somos el producto de esa narrativa.
Por eso, mejor intentar ser buenos escritores.»
Acompaño dos párrafos extraídos del ensayo «Relatos Peligrosos»
«Hay una sola realidad, sí, pero no hay ninguna verdad. Nadie tiene el 100%del conocimiento de la realidad. Si se entiende eso, si la gente pudiera entender que es imposible que tenga el 100% de la verdad, todos deberíamos ser más humildes respecto a lo que sabemos. Nadie debería tratar de imponer su verdad.
Todo lo que conocemos son relatos. No hay relatos que sean mejores o peores en sí mismos, pero eso no quiere decir que todos sean iguales. Simplemente hay relatos que nos sirven para funcionar y otros que dificultan nuestro funcionamiento. Hay relatos que nos permiten vivir con cierta armonía y otros que nos impiden hacerlo. Estos últimos son los relatos peligrosos.»